Si la belleza depende de los ojos de quien observa, entonces la belleza digital -entendida como cuán populares somos en la red- depende del computador que se consulte.
Y, en la era digital, la vanidad puede medirse por el número de veces que introducimos nuestro propio nombre en el casillero de búsqueda de Google.
Su nombre oficial, sin embargo, es egosurfing, término que ya figura en el diccionario de la lengua inglesa de Oxford.Esta práctica tiene muchos nombres, al menos en inglés: egosearching, egogoogling, self-googling...
Pero aquellos que lo practican deben saber que el número de resultados que aparecen es relativo y varía según el computador donde se realiza la búsqueda.
Y no es que Google se haya roto: es que el número de entradas que aparecen cuando realizamos una búsqueda depende tanto del computador como de la copia del buscador que se está usando.
Existen varias copias de Google en el mundo y puede ser que su búsqueda se haya remitido a una versión con un flujo de tráfico menor en ese momento.
Además, los resultados también se personalizan según búsquedas realizadas con anterioridad y el lugar geográfico desde el que estamos accediendo a la red.
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